Imagen: Un puñado de minutos al día, un gran cambio a largo plazo. (iStock)
Casi todos los grandes empresarios tienen algo en común: no dedican toda la jornada a su trabajo, sino que destinan una parte de la jornada a leer, aprender y seguir formándose. Benjamin Franklin, inventor y uno de los Padres fundadores de Estados Unidos, solía levantarse todos los días muy temprano, antes que el resto de su familia. Dedicaba ese tiempo arañado al reloj –una hora al día, los cinco días de la semana– a leer y estudiar, a fijar unas metas de aprendizaje y a reflexionar sobre lo que había aprendido, una costumbre que muchos otros innovadores han copiado durante los últimos dos siglos y medio.