Un buen pintor debe saber de la teoría del color a fin de conseguir el tono que desea, debe saber de los colores luz (síntesis aditiva) que sumados (verde, rojo, azul) se obtiene el color blanco, y de los colores pigmento (síntesis sustractiva) que al combinarse restan la luz (cian, magenta, amarillo) obteniendo el color negro.
Newton descubrió cómo descomponer la luz blanca en los colores del espectro, haciendo pasar la luz por un prisma, y Thomas Young descubrió cómo recomponerla, proyectando seis haces de luz con los colores del espectro para obtener la luz blanca.
Para el artista todo se convierte en 'restar luz', o sea, ir siempre de colores claros a oscuros. Aunque también hay que saber otras cosas cuando se trata de saber de qué color es un objeto. Como dice José M. Parramón en su magnífico libro "Teoría y práctica del color":
«Las cartas de colores de los grandes fabricantes ofrecen un surtido que oscila entre los 100 y los 130 colores diferentes. Algunas cartas presentan más de veinte amarillos: amarillo cadmio, amarillo de Nápoles, amarillo indio ... Pero curiosamente si usted elige uno de estos amarillos –el más aproximado– para pintar un racimo de plátanos, a la postre tendrá que componer, incluso con azul, para poder pintar el verdadero color de los plátanos.
»Y es que los plátanos, como todos los cuerpos, además de su color propio y específico ofrecen una serie de variantes dadas por los efectos de luz y sombra, la luz reflejada, la intensidad de la luz, la atmósfera interpuesta ...»
Si a esta armonización de los colores, dependiendo el estilo pictórico del artista, se une su habilidad como dibujante, lo cual requiere de sus propias técnicas, como la proporción y la perspectiva, además del conocimiento de las diversas corrientes pictóricas, nos encontramos que esta curva de aprendizaje requiere de bastantes conocimientos, y una vez conseguido, un bagaje concreto, técnico y cultural, paulatinamente surge de esa combinada amalgama el individuo creativo, capaz de crear lo más complejo con un bello y simple trazo.
Está curva de aprendizaje del conocimiento se hace necesaria en todos los campos de actividad donde se mueve el ser humano.
Si uno escucha a los grandes matemáticos y físicos, te hablan de la belleza de las expresiones que formulan y explican el mundo. Pero Einstein no podría haber llegado a esa brillante y creativa simplicidad de su famosa formulación de la energía sin pasar previamente por duros años de aprendizaje tanto de física como de matemáticas.
No puedo evitar acordarme de una cita Zen que ilustra de forma poética este mecanismo del conocimiento:
«Antes del Zen, las montañas no eran más que montañas y los ríos no eran más que ríos, cuando profundicé en el Zen, las montañas dejaron de ser montañas, los ríos ya no eran ríos y los árboles ya no eran árboles; cuando comprendí el Zen, las montañas volvieron a ser sólo montañas, los ríos volvieron a ser ríos y los árboles tan sólo árboles.»
Nadie puede decir que ha llegado a ser lo que es sin los demás, sin la sociedad, sin la formación ni el bagaje cultural y tecnológico que toda la civilización y la sociedad, o comunidad local, a dispuesto para el individuo en concreto. Que se te dé mejor una cosa que otra ya es cuestión de tu interactiva historia personal.
Por lo tanto, la libertad de cada individuo, la libertad de cada agente social, es un conocimiento que la misma sociedad pone al alcance de todos. Los usos y objetivos dependen de en qué te hayas hecho experto, la combinatoria de conocimientos individual marcará la diferencia para tu capacidad creadora.
http://cartadenaturaleza.blogspot.it/2016/08/el-aprendizaje-del-conocimiento-y-la.html